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  Capítulo 7: Recuerdos
 
Lorh aparcó sin esfuerzo alguno en el parking frente al edificio central de las oficinas de la reserva, a pesar de que las ruedas del todoterreno resbalaban como condenadas. Con parsimonia, abrí la puerta y me giré sobre mí misma para sacar mis piernas y apoyar las muletas, pero preferí esperar a que Lorh me ayudara a bajar para no resbalar y abrirme la cabeza contra el helado asfalto. Cuando tuve mis tres puntos de apoyo seguros en el suelo, cargué sobre mi hombro el bolso y comencé a caminar hacia el interior del edificio. Lorh se adelantó para abrirme la puerta, pero cuando estaba a punto de poner mi pie sobre el descansillo sentí la necesidad de esperar unos segundos y tomar aire. Mi amiga se dio cuenta de mi vacilación ante la puerta y enseguida apoyó su mano libre en mi hombro.
-Tranquila, si no quieres entrar, podemos volver otro día… No es necesario que…
-Lorh, estoy segura, quiero entrar… - dije con voz firme.
Examinó mi rostro durante unos segundos sin decir nada. Cuando tuvo la certeza de que mi expresión angustiada había cambiado, se irguió y sonrió con ganas.
-De acuerdo, vamos.
Enseguida pude sentir el calor en mis mejillas y cómo mis manos dejaban de estar entumecidas por el frío de la calle. Desabroché la cremallera de mi abrigo para no estar tan agobiada mientras escuchaba cerrarse la puerta tras de mí, y dirigí mi mirada de un lado a otro. La recepción seguía estando igual que hace un año; una gran sala blanca con un mostrador en el lado derecho; al lado contrario, frente a ese mostrador y simulando una pequeña sala de espera, seguían estando las mismas sillas de cuero negro y una gran planta de interior, para ser exactos un tronco de Brasil. En las paredes estaban colgadas las fotos de las reuniones anuales de Navidad, acampadas de fin de semana y patrullas que organizaba Herver y en la que todos los empleados de la reserva participábamos. Pero una, solo una en especial llamó mi atención e hizo que un gran nudo apareciera en mi garganta. Jamás había visto aquella foto, porque ni tan siquiera recordaba que la hubieran tomado. En ella estábamos Herver, Lorh, Danny, Adam, Abigail y yo. La última foto que nos hicimos todos juntos… La última foto en la que aparecería Abi. Sentí como mi respiración se aceleraba y cerraba mis ojos intentando dar unos pasos más para atravesar la puerta que daba a las oficinas después de la recepción. Lorh siguió con su mano en mi hombro, esta vez apretando sus dedos para calmar mi dolor aunque fuera prácticamente imposible. Volvió a adelantarse para abrir la siguiente puerta. El gran pasillo se abría ante mí bajo los fluorescentes que se repartían a lo largo del techo; al fondo del todo podía vislumbrar el despacho de Herver. A mi derecha continuaba como siempre la gran cafetería; eran las once de la mañana y como era habitual todos los empleados de la oficina se encontraban en la hora del descanso tomándose un respiro y charlando con una taza de café en la mano. Me quedé en la puerta mirando a todo el mundo, siendo ajenos a mi mirada ilusionada. En un rincón cerca del gran ventanal, estaban sentados Danny y Adam en un sofá de cuero negro a juego con las sillas de recepción. Habían cambiado mucho, sobre todo Adam al que no había visto desde hacía un año. Estaba muy guapo con su barba de tres días que se había dejado, incluso los rasgos de su cara habían cambiado, ahora parecía más maduro, su cara de niño había pasado a la historia, y su nuevo look le hacía un chico bastante sexy. A Danny solía verle más a menudo; cuando Lorh venía a visitarme a casa lo traía con ella y pasábamos las largas tardes de domingo en casa. Salí de mi ensoñación cuando vi sus rostros sorprendidos de verme allí. Posaron sus tazas en la mesa de cristal y se acercaron rápidamente a mí.
-¿Ashley? – dijo sorprendido Adam – Qué sorpresa!!
Me abrazó muy fuerte dejándome casi sin aliento. Sin duda había cambiado, no podía negarlo. Estaba muy fuerte. Lorh no me había contado todo durante mi ausencia en la reserva.
-Puff ¡Cuánto tiempo sin verte! Estás estupenda!! – dijo entusiasmado - ¿Cómo va tu pierna?
-Horrible, últimamente me duele muchísimo y las sesiones de fisioterapia parecen una tortura… - dije resignada – pero bueno, hoy me llevo una pizquita de alegría para apalear el dolor – dije sonriendo.
Era increíble la sensación de alegría que tenía en esos instantes. Aunque no fuera completamente feliz, en esos instantes sonreía casi sin esfuerzo, algo que me sorprendía gratamente.
-Me alegro de que hayas venido pequeñaja – dijo ahora Danny despeinándome el pelo con su mano –Ven, vamos a ver Herver.
Con paciencia recorrimos todo el pasillo hasta llegar al final. Danny paró frente la puerta del despacho y llamó.
-Adelante!!
Lo poco que pude ver tras Danny, pues no lograba ver mucho por su metro noventa y ancha espalda, era como Herver hacía un gesto para que pasáramos mientras él continuaba hablando por teléfono. Adam, que fue el último en pasar, cerró la puerta tras de sí.
-Christian, puedes quedarte en Toronto todo el tiempo que necesites hasta que soluciones todo, no te preocupes por nada ¿entendido? Ahora preocúpate por cuidar y animar a tu abuela, cuando vuelvas ya hablaremos ¿de acuerdo?
Herver parecía entristecido mientras hablaba por teléfono. Yo mientras me dediqué a observar la nueva librería que había instalado en el despacho, ocupada por cientos de libros; fui leyendo los títulos de cada uno de ellos mientras pasaba mi dedo índice por encima de los lomos; cuando me giré, también pude intuir una mesita nueva, donde tenía colocada una cafetera y una botella de whisky escocés. El resto de la estancia continuaba igual. Los mismos paneles de madera que cubrían las paredes, decorados por muchos cuadros y títulos enmarcados. Me dirigí a una puerta lateral que daba a mi despacho y al de… bueno al de “ella” también. Entré y vi como nuestras mesas seguían estando en su sitio. Acaricié con mis dedos las dos mesas. Encima de ellas continuaban las plaquitas con nuestros nombres… Pero, un segundo. Dirigí mi mirada a la de Abigail. Ya no estaba su nombre. Bueno, era de esperar. Lo que me enfureció es que había otro nombre. Cogí la placa y leí: Christian Lanter. Suspiré para controlar mis emociones. Me parecía muy fuerte que la hubieran sustituido. A ella. Mi amiga había sido sustituida por un desconocido. Preferiría que hubieran quitado de allí la mesa y todo lo que me recordara a ella, que sustituir todo, echarla del que fue su lugar de trabajo. Salí de allí para ir de nuevo al despacho de Herver y no empeorar mi mal humor. Ya había colgado el teléfono y se dirigía a mí rápidamente para abrazarme.
-Ashley ¡Qué alegría verte por aquí! ¿Cómo estás?
Herver era como uno más de mi familia. Él y mi padre son muy amigos desde pequeños y eso se notaba. Siempre se preocupa por mí. Papá siempre que llegaba a casa me contaba que Herver estaba muy preocupado por no poder venir a verme por culpa del trabajo. Pero yo no se lo reprocho. Le tengo demasiado consentido. Excepto en lo que acababa de ver en mi despacho.
-Bien… dentro de lo que cabe, ya sabes.
Con pocas palabras podía entenderme. Me volvió a abrazar.
-Me alegro pequeña!!
-Herver, ¿podemos hablar a solas?
Él asintió con su cabeza y lanzo una mirada a Danny, Lorh y Adam, que entendieron perfectamente lo que quería decir.
-Luego nos vemos Ash, te espero en la cafetería – me dijo Lorh.
Cerraron la puerta tras de sí. Yo me dirigí con torpeza a la silla mientras Herver se servía una copa de whisky y se sentaba en su gran silla.
-Tú me dirás – dijo Herver acomodándose y disfrutando de su primer trago.
-Verás, esto no lo saben mis padres, pero… quiero volver a la oficina, necesito cambiar de aires, y bueno, hasta que no me quiten esto – dije señalando a los clavos que me sujetaban el hueso – podría quedarme aquí para ayudarte con el papeleo…
Volvió a dar otro trago a su copa y examinó la expresión de mi rostro.
-Cambiar de aires dices… - dijo pensativo – Ashley, salir de casa para encerrarte en otro edificio no es cambiar de aires y lo sabes… ¿Qué es lo que te reconcome?
Me conoce demasiado bien. No puedo engañarle. Suspiré para intentar no alterarme.
-¿Es que no lo ves? – dije molesta. Él me miró confuso – Todo ha cambiado… Hacéis como si nada hubiera pasado, habéis pasado página…
-¿A qué te refieres Ashley?
-Que ya os habéis olvidado de Abigail. – dije triste - Ya nadie habla de ella, nadie quiere hablar conmigo de cómo era ella… pasáis del tema cuando lo saco… Incluso la has sustituido, mira su despacho!!! – dije con un tono de voz un poco alto.
-No es mi intención sustituirla. Debes hacerte a la idea de que ya no está, Ashley. Ahora hay nuevos empleados y necesitamos un sitio donde puedan trabajar, eso es todo… - me dijo intentando ser prudente con sus palabras. – Si piensas todo eso, es que aún no estás preparada para volver a la reserva, hay demasiados recuerdos aquí para ti, recuerdos aún dolorosos. Los cambios te duelen, pero debes aprender a aceptarlos. Debes aprender a no sentirte la culpable y la desencadenante de todo esto…
Bajé mi mirada a mis manos. Coloqué de mil maneras diferentes mis anillos mientras le escuchaba hablar. Tenía tanta razón… pero también me dolía que la tuviera. Todo el mundo había seguido adelante a pesar de la muerte de Abigail y yo seguía anclada en el pasado, como si la culpa me retuviera y no me dejara continuar. Era horrible.
-Puedes volver, claro que sí. Pero intenta olvidar… intenta rehacer de nuevo tu vida. No me hagas pasar el mal trago de verte consumida por la tristeza cada día. – se levantó y me acarició la mejilla- Haz el esfuerzo por favor… Si no es por ti, hazlo por tus amigos, por Abigail. Ella no querría verte así.
 
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