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  Capítulo 3: Patrulla Forestal
 
El resto del día fue demasiado tranquilo y predecible. Adam no volvía hasta por la noche así que me fui a comprar ropa de abrigo yo solo y volví a casa con cuatro bolsas repletas de chubasqueros, jerséis, bufandas, botas, guantes, un par de abrigos de plumas… También recordé pasar por la tienda de informática para comparar un disco duro nuevo para el desastroso ordenador de la abuela.
Sin quererlo ni beberlo, la mañana había pasado rápidamente. La abuela había preparado una comida deliciosa y un tanto pesada que me invitó a dormir un poco. Después de aquel pequeño descanso me dediqué a destripar el ordenador para retirar las piezas que no le servían y colocar otras que aquella misma mañana había comprado. Intenté hacerlo lo más lento posible, así mantendría mi mente ocupada hasta la hora de la cena, pero me fue imposible conseguirlo pues cuando me quise dar cuenta ya lo estaba encendiendo para probarlo. Sinceramente no fue tan malo acabar antes de lo previsto, iba de maravilla. Quizás, si se presentara la ocasión podía ser el informático de la oficina de la reserva… Cuando pensé en aquella última palabra, me alarmé de la hora que era. Bajé corriendo a la cocina y cené algo de la nevera a velocidad de la luz. Debía acostarme pronto o a la mañana siguiente no lograría levantarme ni a tiros. Al menos le evité a la abuela hacer un plato más para la cena, cosa que me agradeció cuando me acerqué a ella para desearle las buenas noches. Subí rápidamente las escaleras y cuando llegué a mi cuarto dejé listo el uniforme sobre la silla que estaba junto a mi cama.
Aquella noche dormí de un tiró hasta que el maldito despertador me hizo tirar de la cama a las cinco y media de la madrugada. Me puse el uniforme con orgullo y até las botas con fuerza antes de bajar, no sin antes ponerme tres pares de calcetines para no pasar frío. Me serví el café recién hecho y sin hacer ruido salí de casa. Estaba nevando ligeramente, lo suficiente como para cubrir el asfalto de la calle que sobre la medianoche habían estado limpiando. Las aceras estaban peligrosamente resbaladizas y en más de una ocasión me había librado de un buen golpe. Llegué a la oficina a las seis, la hora acordada. En la puerta me estaba esperando Herver, que hizo un gesto para que me acercara, junto a otras tres personas.
-Buenos días Christian. – me saludó Herver – Acércate, te presentaré. Estos son Danny, Lorh y Adam, al que creo que ya conoces – bromeó.
Les estreché la mano para saludarles.
-Bienvenido novato!! – dijo Lorh amablemente – Tú eres el nieto de la señora Lanter ¿verdad? – me preguntó mientras me daba dos besos y me sonreía entusiasmada. – Herver no para de hablar de ti.
Me sorprendió el color dorado de su piel. Esta chica no debía ser de Fort Franklin, pero me dio un poco de apuro preguntarle.
-¿Eso hace Herver? – dije sorprendido.
-No les hagas caso, eres la novedad, lo hago con todo el mundo. Todos rieron el comentario. Herver sacó un mapa y lo colocó sobre el capó de uno de los todoterrenos aparcados mientras lo alumbraba con una linterna. Con su dedo índice fue buscando sobre el mapa hasta que se detuvo al encontrar su objetivo.
-Bueno señores y señorita – Lorh sonreía al ser la única chica que aquel día patrullara. Herver continuó. - Hoy patrullaremos el norte y el este de la reserva. Primero iremos al centro de interpretación para ver cómo evoluciona la herida del ciervo que encontramos ayer y soltaremos al águila para que ejercite las alas y ya más tarde haremos el recorrido de todos los días, parando a las doce para el almuerzo ¿De acuerdo, chicos?
-¿Quién vigilará hoy el oeste y el sur? – preguntó Danny
-Bob y Carl se ocuparán de ello. Bueno pongámonos en marcha. Christian, tú te vienes conmigo y Adam.
Después de todo lo dicho, me subí en el todoterreno con Herver y Adam, mientras que Lorh y Danny iban en el otro. Me encantaba escuchar como la nieve crujía bajo las ruedas.
Poco a poco nos fuimos alejando de la ciudad por una carretera secundaria que bordeaba el Gran Lago del Oso. Hacía pocos minutos que había parado de nevar y el sol comenzaba a salir entre las empinadas montañas reflejando en las aguas heladas del lago. A medida que pasaban los minutos, la brumosa niebla se agolpaba en las laderas creando caprichosamente un extenso mar de nubes. Jamás habría soñado con una estampa tan maravillosa como la que me estaba ofreciendo aquel paisaje. Quizás perdonara el frío que hacía por ver lo que el invierno regalaba a la vista.
-¿Habías visto algo parecido novato?
La voz de Lorh apareció por la radio. Herver se apresuró a darme el walki para que pudiera contestar.
-Esto es… genial.
-Aún te queda mucho por descubrir.
Después de unos minutos, abandonamos la carretera y continuamos durante una hora más por un tortuoso camino lleno de nieve. En más de una ocasión tuvimos que bajarnos para desatascar las ruedas y poder continuar. Y al fin llegamos al centro de interpretación. A la puerta ondeaba la bandera de Canadá… muy patriótico. El edificio de una sola planta, estaba rodeado de al menos seis abetos que lo camuflaba para evitar el impacto medio ambiental. Alguien nos esperaba y por su cara de desconcierto debía llevar mucho tiempo a la intemperie.
-Pensé que hoy no vendríais.
-No vas a deshacerte de nosotros tan fácilmente, Alec. – dijo Herver mientras le saludaba. - ¿Cómo ha ido la noche?
-Bastante larga. Entrad os lo contaré.
Alec Norrington. Era el veterinario que vivía en el centro de interpretación para vigilar a los animales que se solían encontrar en la reserva, ya fuera porque estuvieran heridos o simplemente para llevar un control de la fauna de los alrededores. Después de tomarnos algo para entrar en calor, nos dirigimos a la parte norte del edificio donde se encontraba la zona habilitada para los animales. Alec cogió el águila y con cuidado estiró una y otra vez sus alas. Luego la sacó al patio donde había instalada una gran jaula que permitía a las aves volar sin peligro a que algún depredador les atacara mientras estaban en proceso de recuperación. Cuando regresó no llevaba cara de buenos amigos.
-¿Y bien Alec, qué ha pasado? – dijo Danny preocupado
-Digamos que casi no he podido dormir… Seguidme
Ahora nos llevó hasta otro habitáculo donde descansaba el ciervo herido. Tenía la pata destrozada. Por un momento sentí un nudo en el estómago y ganas de llorar.
-El cepo ha amputado casi por completo la pata. Esta noche ha sufrido convulsiones. La herida sigue infectada… y… debo amputársela por completo si no queremos que la infección se extienda.
-¿No hay otra solución? –dije impotente.
-La otra solución sería sacrificarle… Sufrirá fuertes dolores si le amputo la pata. No podrá caminar, ni siquiera podríamos dejarle en libertad…
-Malditos furtivos!!! – rezungó Lorh
El silencio se apoderó de la sala. Sentía rabia. Un pobre animal que no podría volver a su entorno natural me enervaba la sangre. Sabía dónde me metía cuando le pedí el trabajo a Herver, pero mi cabeza no llegó a analizar los momentos tan dramáticos que llegaría a vivir… hasta ahora.
-Haz lo que consideres correcto Alec. Mantenme informado ¿Quieres? Ahora nos tenemos que ir, tenemos que seguir patrullando – respondió Herver.
-De acuerdo. Que os sea leve.
Volvimos a los todoterrenos y en pocos minutos dejamos atrás el centro de interpretación. Nadie estaba de humor para hablar y a Herver se le notaba irritado, demasiado diría yo. Su única obsesión era detener a los furtivos fuera como fuera. Toda su vida se había dedicado a ello en cuerpo y alma. Aún recuerdo cuando hacía casi siete años había detenido a una veintena de esa mala gente. Habían acabado con casi toda la población de osos. Desde entonces se estaba intentando la reproducción de osos en cautividad para repoblar la reserva y no iban por mal camino. Durante la patrulla vimos varias osas con sus oseznos intentando encontrar comida, ya quedaba menos para su hibernación.
-Ey chicos ¿habéis visto eso? – dijo Adam por el walki
-Si Adam – dijo entusiasmado Danny
Paramos los todoterrenos para que Danny comprobara en el portátil de qué osa se trataba. Enfoqué mis ojos hacia una de sus patas y pude ver un localizador GPS. La verdad es que lo tenían bastante bien organizado, no podía dudarlo ni un instante.
-Es Nora y el pequeño Nubla – confirmó Danny después de unos segundos contrastando datos en el ordenador. – Parece que Nora está de nuevo en estado. ¿Tú qué crees Herver?
-Avisa a Alec para que salga mañana a por ella. Sigamos.
El camino que ahora habíamos tomado no era muy bueno que digamos, pero las vistas merecían la pena. Tomé los prismáticos para observar el lago desde la gran altura a la que nos encontrábamos aunque no logré distinguir mucho por la manta de nubes que lo cubría. Entonces miré las blancas laderas de las montañas atestadas de abetos. Pude ver a un zorro intentando cazar… parecía haber tenido suerte pues llevaba un pequeño ratón en la boca.
Al filo de las doce paramos para tomar el almuerzo. Me moría de hambre. Herver sacó una gran mochila llena de bocadillos y un termo de café. En pocos minutos lo devoramos y nos bebimos el café de una sentada. Danny sacó después una botella de whisky para, según él, entrar en calor. También encendimos una pequeña hoguera pero no duró mucho tiempo al estar la madera tan húmeda.
-Ey mirad!! Lorh habló en susurros, pero aún así se pudo apreciar la nota de alegría en su voz.
Apuntaba hacia lo frondoso del bosque. Todos nos giramos para ver que era aquello que llamaba su atención. Dos majestuosos lobos hicieron su aparición en el claro. Lorh tomó los prismáticos para poder verles mejor ya que estaban muy lejos de nosotros.
-Vaya!! – dijo sorprendida – Son Kobo y Kenabi… juntos… Esto sí que es una sorpresa. Y han estado cazando, ¿Veis los restos de sangre en la boca?
-¿Por qué os sorprendéis tanto? – dije un poco confuso.
-Verás, Kobo es el macho alfa de la manada de la reserva. Kenabi apareció hará cosa de un año. Normalmente una manada no suele aceptar a un miembro ajeno a ella. Pero con esta lobita todo fue muy extraño. La acogieron sin más. Pero Kobo… siempre le gruñía, no dejaba que se acercara a él. Y ahora míralos, es todo un descubrimiento.
Aquellos lobos se fueron acercando a nuestra posición. No tenían la menor intención de atacarnos, o eso parecía. Cada vez más cerca… quizás llegarían hasta unos 20 metros cerca de nosotros. Nos miraban intensamente. Su preciosa silueta contrastaba con el color blanco de la nieve. Kobo, el lobo de colores oscuros parecía algo más grande que Kenabi de color canela. Su semblante era magnífico, frío, aterrador… pero sinceramente bello. Sus ojos claros destacaban sobre su pelaje, los de Kobo de un azul intenso como el del cielo y los de Kenabi, verdes, con una belleza rara, pues jamás se había visto un lobo con semejante color de ojos. Me quedé cautivado por sus miradas tan penetrantes y arrebatadoras. Un disparo los ahuyentó, rompiendo los lazos que estábamos manteniendo con ellos, con miradas intensas…
-Rápido a los coches.- gritó Herver.
Nos dirigimos hacia la ladera este, de donde procedían los disparos. Con las ventanillas abiertas pudimos oír un aullido espeluznante. Me temía lo peor. Y al llegar vimos el desastre. Cinco cadáveres de osos y uno de un lobo yacían en el suelo. A su lado, huellas de ruedas y unas cuantas hogueras recién apagadas. Herver cogió con furia su walki.
-Atención a todas las unidades, atención a todas las unidades. Atentos a cualquier vehículo que se desplace por la reserva, vigilad todas las salidas. Estamos buscando furtivos, doy la orden de arrestar a toda persona que salga o acceda a la reserva.
A lo lejos vi algo que brillaba. Cogí mi pistola y avisé a Danny y Adam para que me acompañaran. Nos fuimos acercando con mucho cuidado apuntando al frente. De repente un hombre salió de detrás de una gran roca y echó a correr a través del bosque.
-Alto!! – gritamos
Era bastante veloz, no podíamos seguirle al paso que llevaba. Saltaba una y otra vez de una roca a otra sin esfuerzo. Danny tropezó con una rama que estaba enterrada en la nieve.
-Seguid vosotros!! – nos gritó
Adam corría delante de mí, esquivando con dificultad las ramas de los árboles. Intentaba seguirle, pero mis pulmones se resentían del esfuerzo que estaba haciendo por conseguir el aire que tanto necesitaba en esos instantes. Ya casi estábamos a su lado cuando algo nos hizo caer contra el suelo. Noté como mi cabeza se golpeó contra un tronco y quedaba boca arriba en la nieve. Una especie de luz me cegó durante unos instantes en los que escuché ruidos extraños… como gruñidos que se alejaban… intenté averiguar qué demonios estaba pasando, pero inevitablemente cerré los ojos y me dejé dormir…
 
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