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  Capítulo 5: Caos
 
Pero al final pude reaccionar. Me levanté rápidamente para acercarme a ver como se encontraba Herver. A cada paso que daba, podía escuchar gritos que procedían de lo más profundo del acantilado. Era horrible saber que no podía hacer nada por esas personas que hacía pocas horas había conocido, pero la caída que habían sufrido con la altura que se observaba desde allí, debía haber sido brutal. Los que hubieran sobrevivido puede que no duraran más tiempo, pues estarían mal heridos e incluso irreconocibles. Solo deseaba en esos momentos que la muerte les llegara rápido para que no sufrieran más. Al llegar hasta la posición de Herver le encontré tirado a los pies de un gran abeto. Por suerte cayó sobre nieve en polvo después del golpe contra el árbol. Lo examiné minuciosamente y pude observar que tenía varias contusiones y heridas de poca importancia, algo que realmente me alivió. Como pude, lo levanté con cuidado y lo tumbé en el trineo para salir pitando de allí. No tenía ganas de volver a enfrentarme a esa cosa que casi me mata. Até y di órdenes a los asustados perros y en cuestión de pocos minutos llegamos a la ciudad. Todo el mundo miraba horrorizado el trineo cuando veían herido a Herver. Muchos se agolparon a mi alrededor en busca de alguna explicación. A lo lejos vi al señor Bleder y al señor Kane que venían corriendo hacia nosotros.
-¿Qué ha pasado? ¿Dónde están los demás?– dijo preocupado Thomas. Era de suponer que su hijo Tony no le había contado todo. Seguramente estuviera en shock como lo estaba yo. Me sentía aturdido y mareado. – Maldita sea Christian contesta hijo!!
-No le agobies – dijo Patrick. – Está en shock. – Por lo poco que podía atender a la situación, Patrick y Thomas habían apartado sus diferencias ante la situación en la que nos encontrábamos. – Ha debido pasar algo en ese bosque, algo muy gordo.
Patrick descolgó su teléfono móvil y en pocos minutos, mientras él examinaba a Herver, una mujer rubia, bastante guapa, trajo su maletín. Sacó su estetoscopio e hizo una serie de pruebas sencillas para comprobar el estado de Herver. Estaba nevando con bastante intensidad pero ni siquiera me había dado cuenta. Los rostros de terror de aquellos compañeros de carrera pasaban por mi mente una y otra vez, haciendo que el dolor de cabeza comenzara a devorarme.
-Han caído al precipicio… - logré decir.
Patrick y Thomas me miraron preocupados. Mi respiración comenzaba a ir más rápida cada segundo que pasaba. Podía oír sus gritos claramente como si alguien los reprodujera a través de altavoces. Con suma claridad y nitidez.
-Han caído al precipicio… Han caído al precipicio… Han caído al precipicio…
Sentía que la ansiedad y el miedo se apoderaban de mí. Jamás en mis veintidós años de existencia me había sentido tan vulnerable. Desde el primer momento en que pisé Fort Franklin algo me hizo pensar que este sería mi final… que me quedaba muy poco tiempo. La muerte me acechaba y siempre me arriesgaba a salir de casa corriendo el peligro de acabar atropellado, con la cabeza abierta o en este caso… en el fondo de un precipicio. Pero seguía allí, vivo. Aún no entendía el motivo. De momento estaba burlando a la muerte, pero… ¿Por cuánto tiempo? Algo extraño iba a sucederme. Lo presiento, es el destino.
-Han caído al precipicio… Han caído al precipicio… Han caído al precipicio…
Patrick sacó una botellita pequeña e inyectó en ella una jeringuilla sacando el líquido de su interior. Seguía delirando, o algo parecido, el caso es que noté un pequeño pinchazo en mi brazo y en pocos segundos mis músculos se relajaron y mi respiración volvió a la normalidad. Me sentía cansado… Oía murmullos a mi alrededor…
-Le he inyectado un tranquilizante… Es mejor que duerma un poco y se tranquilice. ¿Has informado a la policía Thomas?
No pude escuchar más. Thomas me acompañó hasta mi casa mientras una ambulancia trasladaba a Herver al hospital. Estaba anocheciendo y el frescor de la noche empezó a espabilarme un poco. Miré al cielo y vi extrañas luces de colores. Si, aún estaba alucinando con el tranquilizante que me inyectó Patrick. Thomas continuaba agarrándome por si las fuerzas me fallaban y caía redondo al suelo.
-Es la Aurora Boreal. Solo se ve una vez cada once años… La última vez fue el año pasado. Los meteorólogos se extrañan que este año también pueda verse…
Le miré inquisitivamente.
- Creo que no es el momento adecuado para una clase de Astronomía, profesor Bleder.
A lo lejos escuchaba los helicópteros que seguramente estarían rastreando el fondo del precipicio. Se me ponía la carne de gallina solo de pensarlo. Thomas me inspeccionó los bolsillos de la cazadora y sacó un pequeño manojo de llaves y abrió la puerta de casa. La abuela esperaba nerviosa en el salón con una bandeja ocupada por tres tazas de té caliente. No dije nada, solo me senté pesadamente en el gran sofá. Thomas se acomodó en una silla a mi lado. El silencio, solo interrumpido por los helicópteros, era escalofriante. Seguía escuchando esas voces con mi mirada perdida en el infinito. Sentía frío y un escalofrío recorriendo todo mi cuerpo.
-Christian. ¿Qué pasó en el bosque?
Thomas había dejado su taza en la mesa y me miraba preocupado. No me salían las palabras. Era como si mi garganta se negara a emitir el sonido de mi voz. De repente la imagen de aquella sombra empujando el trineo de las dos chicas inundó mi mente. Seguía escuchando sus gritos a medida que caían. Al fin sentí la necesidad de sacar todo de mí y olvidarme de aquello para siempre.
-No lo se… - dije – si dijera lo que pasó allí nadie me creería…
Estaba realmente asustado, me abrumaba la realidad de mis palabras. Lo que había ocurrido era casi imposible de decir y mucho más que la gente lo creyera y no me tomaran por un loco.
-Cariño… - mi abuela me acarició la mejilla. Sus ojos brillaban ante una inminente marea de lágrimas – Tienes que contárnoslo…
Jamás había visto a la abuela tan preocupada por mí. Debía estar realmente afectado, quizás mi cara o mi cuerpo cansado lo delataba todo… Tomé aire y cerré mis ojos para rememorar todo aquel mal trago.
-Todo iba bien… hasta que algo empujó a Emily y Katherina al precipicio…
-¿Qué era ese “Algo”? – dijo Thomas pacientemente.
-No lo se, parecía una sombra… Tenía una fuerza brutal. Lanzó a Herver contra un árbol, yo quedé colgado a punto de caer al precipicio… Intentaba tirar de mí para que me soltara… No se lo que era esa cosa, pero me quemaba la piel, era como si mi pierna estuviera envuelta en llamas… era horrible… Y luego ese lobo… lo ahuyentó…
-¿Un lobo? – dijo confuso Thomas – los lobos no ayudan a los humanos, en tal caso los atacan. Eso es lo que ha debido ocurrir. Los lobos han atacado a los corredores, y lo que te tiraba en el precipicio era otro lobo escondido en los recovecos, seguramente te mordería y notabas esa quemazón…
-No, no – grité con todas mis fuerzas – Lo que nos atacó fue esa sombra…
-Hijo, estos lobos son increíblemente rápidos, lo que vieron tus ojos fueron lobos abalanzándose sobre vosotros y lo único que percibiste fue su cuerpo a gran velocidad.
-Eso es imposible!!! - Mi voz se había levantado más de la cuenta.- No estoy loco, se lo que ví!!!
-En ese caso, ven conmigo mañana. Ahora me iré al hospital para ver a Herver.
Thomas se fue irritado. En cierta parte puede que tuviera razón. ¿Y si todo fue producto de mi imaginación y una manada de lobos hambrientos nos atacó sin piedad? Pero no lo creo. Fue todo demasiado real. Los lobos era una simple explicación. Yo sabía que había algo más. Algo que no se puede explicar así como así. Aquella noche dormí muy poco, y lo poco que lo hice, tenía horribles pesadillas. Las mismas escenas repitiéndose una y otra vez y al final de todas ellas, un lobo amenazante saltando para atacarme… en ese mismo momento me despertaba empapado en sudor. Me estaba volviendo loco por momentos, eso estaba más que claro, pero tenía ganas de demostrarle a todo el mundo que no me equivocaba, que lo que vi era real… Cuando por fin amaneció, escuché de nuevo a los helicópteros que comenzaban una nueva jornada de búsqueda. Poco tardó Thomas en llegar con Herver a buscarme. Herver recibió el alta aquella misma mañana. Estuvimos hablando de lo mismo por el camino mientras nos dirigíamos al fondo del precipicio en el todoterreno, pero con el obstáculo de que Herver no recordaba nada, lo que no garantizaba solidez a mi testimonio.
Después de veinte minutos caminando desde la explanada donde aparcamos el coche, llegamos al lugar de la tragedia. No hacía mucho tiempo que los policías habían acordonado la zona. La imagen parecía sacada de una película gore de terror. Había sangre por todas partes y la nieve había perdido su color blanco… Los perros yacían en el suelo con la garganta rasgada, las mantas térmicas de las ambulancias cubrían los cuerpos desmembrados de mis compañeros de la carrera. Por un momento creí que vomitaría… La escena era demasiado dura para mí y para muchos de los presentes. El jefe de policía y uno de los forenses nos fueron explicando lo que probablemente hubiera ocurrido.
-¿Qué habéis encontrado? – dijo Herver interesado.
-Al parecer fue un ataque de una manada de lobos… - dijo el jefe.
O yo era medio tonto, o es que no querían hacerme caso. Puse ojos en blanco con ironía al oír aquella contestación. Thomas me puso una mano en el hombro para tranquilizar mi irritación.
-Ha sido una buena estrategia de caza. He de reconocer que estos animales son muy listos…
-Más que usted!! – dije cabreado
-Christian, tranquilízate – me dijo Herver.- Continúe
Bien según el testimonio del joven Lanter, ese algo, que son los lobos, os atacaron desde lo alto de la colina. Se abalanzaron y arrojaron a la mayoría de los participantes al precipicio. Aquí debía haber otra manada esperando y acabaron el trabajo. Hemos encontrado muchas huellas por aquí, de ahí esa última conclusión.
-¿Huellas? – dije sin poder creérmelo.
El forense y el jefe de policía nos llevaron hasta el otro lado del camino y allí pude dar veracidad a lo que escuchaban mis oídos. No podía creerlo. ¿Cómo nos iban a atacar lobos? Allí solo había uno y fue el que me salvó. Pero ver allí aquellas pisadas desbarajustó todo lo que creía haber visto. Me sentía frustrado.
-También hemos encontrado algo bastante raro.
Nos acercamos a unos abetos cercanos. Todos los troncos estaban manchados de sangre, pero de una forma muy siniestra. Como si alguien hubiera pintado con la sangre trazos con intención de dar pistas… eso si que no podía haberlo hecho un lobo. Pero ya no sabía qué creer…Definitivamente me estaba volviendo loco. Al día siguiente, bajo la lluvia incesante y helada, diez féretros eran enterrados en lo más profundo del cementerio. Las familias asoladas y vestidas de un luto riguroso, se agolpaban alrededor de cada tumba llorando a sus seres queridos. Tan solo estuve durante el funeral, no quería ver aquella estampa tan triste y desoladora.
Me fui al embarcadero del lago para pensar, para dejar mi mente en blanco y desconectar de todo. Sinceramente no entendía nada de lo que había ocurrido. Por desgracia no logré mi objetivo, pues la tele del bar que había allí removía la mierda una y otra vez:
-La tragedia del pequeño pueblecito de Fort Franklin se salda finalmente con diez fallecidos. El alcalde del municipio ha decretado 5 días de luto oficial y ha suspendido la tradicional comida de campeones que se tendría que haber celebrado esta misma mañana…
Cerré mis ojos para intentar borrar el sonido de la voz de la presentadora del informativo. El agua calaba mi abrigo dejándome helado hasta los huesos, pero, ¿qué importaba eso ahora? Después de unos minutos allí decidí volver a casa.
Cuando cogía el coche que me prestó Adam, me sonó el teléfono móvil. Aparqué momentáneamente en la cuneta y descolgué.
-¿Diga?
-¿Eres Christian?
Una voz femenina que me resultaba familiar, apareció al otro lado de la línea.
-Si soy yo.
-Soy Dorothy…
-Ah!! Perdona, no te reconocí. ¿Cómo está mi padre?
-De eso precisamente quería hablarte.
-Dorothy me estás asustando, ¿qué pasa?
-Christian… Tu padre ha fallecido anoche. Lo siento mucho.
No esperé a acabar la conversación, colgué mi teléfono y aceleré el coche hasta ponerlo a 200 km/h. Tenía la esperanza de estamparme contra algún árbol, intenté coger las zonas de la carretera que tuvieran más hielo, pero algo, quizás una fuerza divina me hizo llegar sano y salvo a casa. Cuando entré no crucé palabra alguna con la abuela, ella también se había enterado de la noticia. Solo me abrazó y me acurruqué en su regazo en el sofá del salón. Dejé que por primera vez en mi vida, las lágrimas salieran a la luz sin vergüenza alguna…
Era increíble como en cuestión de veinticuatro horas, toda mi vida se volvía gris y oscura…

FIN DEL LIBRO DE CHRISTIAN
 
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