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  CAPITULO 20. Confesiones de dos almas malditas.
 
 
-No entiendo nada. ¿Cómo que voy a ser uno de los vuestros?
Esto ya no me estaba gustando un pelo. Lo de que querían matarme estaba más que claro, ¿pero cuál era la razón? Que yo supera no tenía ningún tipo de parentesco con algún famoso político, ni le había declarado la guerra a nadie, simplemente era un chico normal y corriente. Ni siquiera sabía quién venía a por mí.
-Bueno… verás Christian… - comenzó Ray – Esto no es sencillo de contar, aunque ya hayamos pasado por esto cientos de veces. Desde que te mudaste a Fort Franklin no has dejado de correr peligro ni un minuto; el accidente de la carrera de trineos, el ataque de esos tres lobos en el bosque, el día que te quedaste tirado con el coche en medio de una ventisca… todas esas ocasiones estuviste a un solo paso de morir. Sabemos de tu existencia desde que naciste, los veranos y las fiestas señaladas en las que venías, pero hasta hace exactamente cinco meses no hiciste saltar la alarma.
-¿Qué alarma?
-Algo ha empezado a cambiar en ti y eso es lo que nos ha dado la señal de que ya estás listo para comenzar tu nueva vida junto a nosotros.
 -Ya tengo una nueva vida, Ray. Soy feliz cuidando de mi abuela y saliendo con… - me paré un momento – mi… mi amiga especial… Bueno eso da igual, lo que importa es que soy feliz como soy, no necesito cambiar…
-No se trata de ser feliz, Christian. No hay elección posible. Es tu destino. Lo llevas en la sangre, como todos nosotros.
Ni siquiera me había dado cuenta que a nuestro alrededor se habían incorporado al menos diez personas más, cinco chicos y cinco chicas, una de ellas con una niña en sus brazos. Abigail se había sentado en una roca al lado de Ray y me miraba con tristeza pero con una calidez que me hizo sentir querido y arropado. Ray se volvió hacia ella y le cogió la cara con sus manos mientras le daba un beso en la frente. Oí un suspiro exhalado por sus labios y cómo hacía un gesto a los demás para que se sentaran a su alrededor. Parecía ser un líder para todos ellos o esa era la impresión que me dio.
-Nací en Fort Franklin el treinta y uno de octubre de 1976. Yo era hijo de padres humildes y trabajadores, se esforzaron por llevarme a los mejores colegios de Canadá, bueno más bien estuve toda mi infancia recluido entre las cuatro paredes de un internado, luego, cuando acabé mis estudios de secundaria y bachillerato me gradué y me fui a la Universidad de Toronto para licenciarme en Derecho. Fui el primero de mi promoción, incluso llegué a trabajar en los más prestigiosos bufetes del país. Lo tenía todo, unos padres de los que me sentía muy orgulloso, una chica preciosa que conocí en la facultad y con la que me casé y un bebé que llegaría al mundo en pocos meses. – hizo una pausa y cerró sus ojos como si intentara apalear un dolor que le consumía en vida. Abi pasó su mano por el hombro de esté y al poco abrió sus ojos con una sonrisa cálida exclusivamente solo para ella. – Una noche ella se puso de parto, nos habíamos ido de la ciudad para visitar a unos amigos pero tuvimos que darnos media vuelta. Ella se estaba retorciendo del dolor por lo que no iba prestando mucha atención a la carretera. Cuando quise darme cuenta… un camión se empotró contra nuestro coche.
Todos los que estábamos allí no emitimos ningún sonido. Ellos estaban serios, pero tenían pinta de conocer la historia o al menos de saber algo, yo sin embargo tenía una sensación de ardor en la garganta semejante al que se tiene cuando se está a punto de llorar.
-Lisa quedó atrapada entre los amasijos de chapa y carrocería… yo sin embargo… sin merecérmelo, salí ileso por mi propio pie. Llamé a emergencias y tuve que esperar a su lado durante una agónica media hora hasta que llegó un helicóptero para llevársela al hospital, pero ya era demasiado tarde… Se había muerto entre mis brazos… y con ella se fue también mi hijo… - intentó calmar un reguero de lágrimas y volvió a retomar su dramática historia – Desde entonces no volví a ser el mismo. Me dediqué a beber hasta la inconsciencia siempre que podía. Comencé a perder casos en los tribunales, caí en una profunda depresión. Ya nada en mi vida tenía sentido. Lisa lo era todo para mí… Se había llevado mi alma y había dejado mi cuerpo desolado… Regresé a Fort Franklin con la esperanza de cambiar de vida, de olvidar el pasado, pero no fue fácil. Tres años después, durante la noche vieja del año noventa y nueve, cogí la peor borrachera de toda mi fracasada vida. Iba dando tumbos por las calles repletas de gente rebosantes de alegría y que se dirigían a la plaza del ayuntamiento para recibir el año nuevo. No sé qué o cómo pasó… pero inicié una brutal pelea con otro tío. Nos arreamos unos buenos golpes, en la cara, en el estómago… estuve a punto de matarlo cuando un dolor punzante me atravesó el pecho haciéndome caer en el suelo. Ese tío había sacado una navaja y la había hundido hasta mi corazón. Perdí mucha, muchísima sangre, ingresé casi cadáver en el hospital. Podía escuchar el trabajo frenético de los médicos intentando salvarme la vida, pero poco a poco iba dejando este mundo… Los médicos fueron abandonando la sala poco a poco y solo quedó uno conmigo. Dijo que iba a salvarme que me iba a poner bien. Recuerdo muy pocas cosas a partir de ese momento. Solo sé que volví a despertarme tres días después. Me contó cómo logró salvarme, bueno en realidad no me salvó, me mantuvo con vida el tiempo suficiente hasta que se operara mi cambio, hasta el día en que la aurora boreal estaba en su máximo apogeo. Cuando ocurrió sentí todo el cuerpo entumecido, la sangre hervía dentro de mis venas y arterias, notaba como mis huesos se hacían más fuertes, mis sentidos se agudizaban… Así es como me transformé en lo que soy ahora.
Se quedó mirándome por unos instantes. No me había dado cuenta de que casi había anochecido. Una de las chicas que formaban el grupo, de aspecto afroamericano, tomo un montón de leña y la apiló para formar una hoguera, mientras Ray continuaba su historia.
-Tuve que aprender muchas cosas a partir de ese día, sobre todo cazar y cambiar de fase cuando fuera necesario. Es muy duro aprender, ni siquiera puedes controlarlo, al menos al principio. Me llevó ocho años a perfeccionar el cambio de fase y dominarlo por completo. Por suerte tuve un gran maestro que se mantuvo a mi lado en todo momento desde que me rescató del hospital hasta que por desgracia nos dejara hace un par de años. Cuatro años después de mi transformación, una mañana soleada de Agosto, Morgan y yo salimos a cazar para poder comer algo y fue entonces cuando Abigail entró en mi vida. – La miró a los ojos y ella hizo una medio sonrisa con sus labios, se notaba que se querían, como si fueran una sola persona, en cierta parte sentía envidia, podría asegurar que eran la pareja más bonita del mundo – Ella era aún una preciosa niña de dieciséis años, pero con un aura de mujer que me volvía loco. Con solo una mirada me cautivó, quería que fuera mía… pero en el fondo sabía que no podía ser. Yo era un monstruo, no podía acercarme a ella… solo tendría que conformarme con su presencia cada vez que saliera de excursión, acampada o en ese caso, patrullando con el gran amigo de la familia, Herver. Todas las noches iba a su casa y subía a la copa del árbol que está junto a la ventana de su habitación y la veía dormir. Sabía que no podía hacer eso, que era peligroso si me descubría y finalmente tuve que alejarme de ella. Fueron dos años muy duros, saliendo a cazar al bosque y oliendo su aroma… me moría de pena saber que la tenía tan cerca y a la vez tan lejos. Pero por circunstancias de la vida, acabamos enterándonos de que ella también iba a transformarse, algo que me llenó de esperanzas… y esas esperanzas se cumplieron, aunque no hubiera deseado esto para ella. – sonrió.
-No me canso de oírte contar la historia de cómo conociste a Abi, sigo diciendo que ojalá me pudiera enamorar así alguna vez – le dijo la chica que había hecho la hoguera.
-Algún día te llegará el amor Miranda, no seas tan impaciente. – le respondió con cariño Ray.
-¿Y tú como te transformaste Abigail? – pregunté con curiosidad sabiendo que ahora iba a conocer lo que estaba atormentando a Ashley, me seria de gran ayuda para ayudar a Ashley a superar el mal trago.
-El proceso es el mismo… las circunstancias dependen de cada uno. – empezó ella – Yo me transformé hace algo más de un año, la noche del baile de primavera. Conocí a Ray dos meses antes de que ocurriera. Me preparó para lo que se avecinaba. Me enseñó a cazar, rastrear y matar antes de convertirme en licántropo. Fue muy duro tener que hacer planes para despedirme de mis amigos y de mi familia, pero por otra parte estaba ilusionada. Acababa de rechazar a Adam y me sentía culpable de que estuviera tan triste, y luego la muerte de mi madre… eso también fue un golpe muy duro. Ray escuchaba con paciencia mis inquietudes, me daba un hombro en el que llorar, me protegía… Algo nos acercaba el uno al otro cada día que pasaba y eso alejaba mi miedo a lo que pudiera ocurrir. Todo, absolutamente todo estaba planeado al milímetro, la hora y el lugar exactos de mi muerte. Continué con mi vida normal hasta ese día. Ray y yo acordamos quedar en mi casa después del baile para que llegado el momento pudiera actuar de inmediato y ayudarme a cruzar “el umbral”. Sin embargo, algo salió mal. Ashley y yo nos peleamos en la fiesta, Lorh intentó calmarnos pero no fue suficiente, aún así, con la esperanza de poder arreglar todo antes de mi final, le pedí a Ashley que me llevara a casa en su coche porque yo había bebido mucho y así podríamos hablar por el camino. Pero en vez de calmarnos fuimos subiendo el tono de voz, discutiendo cada vez más fuerte, yo estaba desesperada por pedirle mil perdones porque no volvería verla más. Sin embargo, acabé ofuscada aumentando su ira… y entonces me soltó: “Ojalá no vuelva a verte nunca, para mí ya estás muerta” – se retorció en el sitio cuando dijo esas duras palabras – Ashley se despistó y perdió el control del coche y caímos por el precipicio…
Abigail paró porque no podía continuar. Ray siguió en su lugar.
-Al ver que no llegaba a casa y que la hora se acercaba salí en su busca… Lo peor es que comenzó a llover y su rastro se iba perdiendo cada minuto que pasaba. Estaba desesperado por encontrarla. Fui hasta el lugar de la fiesta por si alguien la había visto, pregunté a sus amigos, a sus compañeros del trabajo… y nada. Estando allí oí en la radio de un agente de policía que había habido un accidente cerca del lago y había dos personas heridas que iban a trasladar al hospital. Fui hasta el lugar exacto y vi dos ambulancias, un helicóptero, un camión de bomberos y cuatro coches de policías. Se me encogió el corazón al ver que se trataba del coche de Ashley y que la sacaban a ella y a Abi del amasijo de hierros. Ashley parecía estar consciente pero desorientada, sin embargo Abi estaba conectada a un monitor cardiaco, intubada, con collarín… estaba muy mal. La metieron en el helicóptero y yo me fui rápidamente a prepararme en el hospital. Tan solo quedaban quince minutos para que la aurora llegara a su gran plenitud, así que entré en la zona de los residentes y noqueé a uno de ellos que dormía plácidamente para ponerme su ropa y su identificación; luego me acerqué a la centralita donde me enteré de que la trasladarían directamente al quirófano cuatro, donde esperé su llegada. Finalmente cinco minutos después vi como una camilla entraba a toda velocidad en el quirófano. Perfectamente infiltrado logré acercarme hasta ella. Por un instante creí morirme al verla ensangrentada, con golpes por todo su cuerpo… Pasaron otros cinco minutos mientras intentaban reanimarla y hacer todo lo posible por salvarla, pero sus heridas eran mortales de necesidad y dejaron de luchar por su vida. El cirujano salió del quirófano con su séquito de residentes mientras yo me quedaba solo con una enfermera. Con delicadeza le dije que me encargaría de desconectarla y prepararla para llevarla a la morgue. No fue fácil pero conseguí convencerla. Cuando me aseguré de que nadie me molestara, cogí el desfibrilador y me llevé la camilla hasta la morgue, donde nos encerramos y preparé todo rápidamente. Dejé a Abi encima de la gran mesa fría de metal y conecté los electrodos del monitor cardiaco a su pecho. Tan solo faltaban dos minutos para la medianoche, poco tiempo para realizar las maniobras necesarias. Cogí las palas del desfibrilador, cargué a la máxima potencia y las coloqué en su pecho. Una gran descarga sacudió todo su destrozado cuerpo, pero no reaccionaba, incluso el monitor seguía dando el pitido continuo típico de un corazón en paro cardiaco; volví a repetir la operación al menos ocho veces más hasta que oí como el reloj marcaba con crueldad las doce. Ella seguía sin despertarse… Dejé las palas en su sitio y me senté en la silla de cuero del forense. Creí haberla perdido para siempre, haber llegado tarde para salvarla… pero de repente sin previo aviso, vi como sus ojos iban abriéndose poco a poco y su cuerpo iba curándose y recuperando su belleza nórdica, aunque se retorcía del dolor. Al ver aquel hermoso espectáculo, aunque por otra parte un poco traumático para ella, tomé varias dosis de anestésico, le inyecté una de ellas y me la llevé al bosque, antes de que alguien nos encontrara. Durante cuatro días la mantuve anestesiada para que no sufriera con el dolor de su transformación y mandé a Miranda y a Sharon que robaran un cuerpo del depósito para sustituir al de Abigail y no levantar sospechas. Al quinto día ya tenía a la mujer de mi vida corriendo a mi lado a través del bosque, cazando y enamorándonos cada día más el uno del otro…
Ella sonrió y le acarició la mano que tenía en su regazo.
-Jamás me perdonaré haber llegado tarde aquella noche… casi la pierdo para siempre.
-Pero luchaste por ella… eso es lo que importa. – le dije
-Sí, tienes razón.
-Aún así, sigo sin entender por qué me van a matar, que tengo que ver yo en esto…
-Hace muy poco que hemos descubierto el verdadero motivo y la persona que lo quiere llevar a cabo.
-Soy todo oídos. – le dije
-Habrás notado un comportamiento extraño en tu amiga… Lorh Andrews ¿Me equivoco?
-Sí algo rara si la he notado, me mira como si quisiera… - Abi y Ray me miraron con ansiedad cuando me di cuenta de la maldita palabra – matarme… Oh, Dios!...
-Casi todas las familias que han vivido durante generaciones en Fort Franklin tienen algún miembro que se ha convertido en licántropo y otras cuya totalidad de sus miembros forman parte de esta vida. Lorh pertenece a una de esas familias. Todos, excepto ella se han transformado, Lorh solamente posee los instintos asesinos y de supervivencia del lobo, ansiaba ser como su familia pero al no poder convertirse totalmente en licántropo como ellos, ha ido acumulando odio hacia ellos y hacia otras familias. Vio venir a nuevos miembros, vio venir a Abigail, te vio venir a ti… Todas esas personas que Lorh conocía, tuvieron accidentes antes de su transformación. Unos sobrevivieron pero otros… no llegaron a pasar “el umbral”. ¿Recuerdas el accidente de la carrera de trineos?
Las horribles imágenes de varias sombras lanzando los trineos hacia el precipicio me hicieron revolverme en el sitio y sentir una sensación horrible de náuseas.
-Lo recuerdo perfectamente.
-Victoria, Katherina, John, Harry, Tom, Sarah… incluso tú, todos vosotros ibais a formar parte de nuestra manada esa misma noche… Sin embargo solo pudimos salvarte a ti.
Recordé también la imagen de un lobo que había aparecido ante mí y luego desapareció después de casi caer al precipicio.
-Esas sombras que viste… - dijo Abigail – eran dos de los lobos que luego intentaron atacarte en el bosque el día que regresaste de Toronto, Caleb, Jordan e Ethan
-Lorh tiene apresados a los cuatro miembros más importantes de nuestra manada – siguió Ray - necesita su sangre para elaborar una especie de vacuna para poder transformarse en licántropo. Solo le falta la sangre de un quinto lobo… tú. Cuando nos enteramos de esta noticia, Caleb, Jordan e Ethan se negaron a la idea de que fueras a unirte a nuestra manada, es muy peligroso para nosotros que estuvieras con vida después de la transformación y ellos querían matarte antes de que te unieras a nosotros ya que si Lorh logra atraparte y consigue tu sangre… puede ser desastroso. Por una parte les entiendo, se sienten amenazados, pero por otra parte podemos protegerte y contigo podremos liberar a nuestros hermanos… Lorh no puede hacer nada contra nosotros mientras estemos unidos, es débil… pero lista. Podemos ganar esta batalla…
Me quedé hundido al saber que amigos míos de la infancia habían muerto por mi culpa; porque yo para la manada de Ray era importante y debía ser el protegido.
-No es un alivio saber que hay personas que se sacrifican por mi bien… - dije con voz amarga. Ahora me dirigí a Abigail – Ashley debería saber esto… se siente culpable por el accidente, piensa que ella tuvo la culpa…
-No!! No puede saberlo… Si nos exponemos ante los humanos… ellos también podrían estar en peligro. Lisa, la anterior esposa de Ray es un ejemplo. – me recordó Abigail – Si fuera tan fácil, ya hubiera ido corriendo a mi casa para avisar a mi familia… Esta es la cruz de la moneda.
 
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