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  CAPITULO 18. Inquietud.
 


Después del gran espectáculo ofrecido por las novatas, el resto de alumnos y ellas mismas se dirigieron a sus respectivas aulas. Sin embargo Vladimir no tenía cuerpo para dar sus clases y se fue a la sala de reunión para poder descansar un rato y poder analizar lo que sus ojos acababan de ver.
La sala era distinta al resto del palacio. A diferencia de otras salas en las que el color predominante era el blanco, ésta destacaba por su multitud de colores ocres y marrones de todas las tonalidades. Aunque algo apagados, le daban al lugar un toque sereno y relajante, pero sin perder el toque tecnológico del resto del palacio y también sorprendía su forma ovalada en la que cientos de sillas se colocaban en circunferencias concéntricas dejando un gran espacio en el medio para que en las reuniones, el miembro que debiera hablar lo hiciera en aquella posición. En uno de los lados de la gran sala, uno de los muros era sustituido por un enorme ventanal que ofrecía una maravillosa panorámica de la Ciudad de la Luz.
Vladimir tomó asiento y cerró los ojos mientras que con sus dedos masajeaba con lentitud sus sienes. El dolor de cabeza se hacía insoportable mientras que miles de pensamientos ocupaban su mente, lo que le hacía aumentar la sensación de dolor y mareo. A pesar de ser ahora inmortal, seguía sufriendo el dolor de cuando era humano. Bueno humanos seguían siendo todos los reyes, incluso podían morir si eran atacados. Su inmortalidad era relativa y no absoluta. Sí, podían vivir para siempre, pero ciertas perturbaciones podían acabar con ellos si se daba la ocasión. Esto es lo que rondaba sin piedad por la cabeza de Vladimir. Volvía a repetirse la historia. Cuatro mujeres elegidas de nuevo para un asunto tan delicado como era conseguir recuperar las piedras… A Vladimir se le revolvían las tripas pensándolo una y otra vez.
Quizás hubieran pasado cuatro horas desde que llegara a la sala. Sin embargo el tiempo para él y los reyes no suponía una gran espera. Esas horas pasaron como cinco minutos cuando Irina se adentró en la sala.
-Oh, hola Vladimir!! No sabía que estuvieras aquí.
-Necesitaba alejarme de esas alimañas que tenemos por alumnos – sonrió ojeroso - ¿Cómo te ha ido el resto del día? – preguntó Vladimir amablemente.
-¿De verdad quieres saberlo? – dijo sin muchas ganas Irina, dando a entender que Vladimir había hecho bien en apartarse de sus clases durante unas horas. Él asintió. – Los chicos no logran centrarse en las clases, y es normal porque esas chicas… les han impresionado mucho. No paran de hablar de ellas, quizás les sirvan como motivación…
Vladimir continuaba con la mirada perdida sin atender a lo que Irina le decía.
-Vlad!! ¿Se puede saber que te pasa? – dijo enojada – Es frustrante hablar mientras te ignoran ¿Sabes?
-Perdóname Irina.
-Estás preocupado por ellas ¿verdad? – dijo ella
-¿Se nota? – Vladimir la miró cabizbajo.
Irina se acercó a Vladimir y se sentó a su lado.
-Vlad, te conozco desde hace muchos años. Te conozco demasiado y nunca se me escapa esa cara… Dime qué te preocupa…
Vladimir se levantó, no quería hablar del tema pero si no lo hacía, su mente volvería al oscuro pasado. Un pasado que no quería recordar, pero que debía hacerlo para no cometer más errores.
-Si te sirve de consuelo… - volvió a hablar Irina ante el inquietante silencio que dominaba el ambiente - … yo también estoy preocupada, es más, no confío en esas chicas, creo que en eso coincidimos ¿Verdad?
-Si creo que en eso coincidimos. – Vladimir se giró sobre sus talones para contemplar el atardecer surrealista de las entrañas del planeta donde se alojaba la Ciudad de la Luz – No ha habído un solo día desde aquella noche en la que no haya dejado de temer porque la historia se repitiera de nuevo… He pasado cientos de miles de noches sin poder conciliar el sueño… sin poder olvidar esa maldita noche y sus malditos siguientes días Irina…
Vladimir contemplaba el último rayo que moría en el horizonte. Irina mientras miraba los cuatro enormes retratos que presidían la sala. Eran enormes, tan altos como las propias paredes. En cada uno de ellos, cuatro bellísimas mujeres: Ju Lee, Isis, Nainey y Svetlana.
-No olvido Irina… Lo que más odio de esta eternidad… es que no puedo olvidar. – dijo Vladimir con melancolía
Vladimir vió como el ultimo rayo desapareció tras una montaña. Ahora se volvió hacia ella. Caminó hasta su altura. Irina miraba al suelo para ocultar su rostro lleno de lágrimas al recordar el pasado.
-Lo que más me duele es que no podremos evitar aquellos si vuelve a repetirse… No podemos prever lo que va a ocurrir
-Quizás haya alguna manera – dijo Irina – No podemos perder la esperanza. O quizás no vuelva a ocurrir. Estamos preparados, hemos educado a esos chicos y chicas para cualquier imprevisto. Son más fuertes de lo que eran aquella noche Vladimr… No debes tener miedo…
-Irina, yo tengo miedo… ¿Pero qué me dices de ti?
Ella bajó la cabeza avergonzada mientras una nueva oleada de lágrimas inundaban sus ojos.
-Lo que suponía – dijo con dureza Vladimir.
-¿Y qué pasa con Magnus? – preguntó ahora Irina - ¿Es que tampoco confías en su criterio?
Un nuevo silencio invadió la sala. Vladimir miró de nuevo por la ventana viendo como aparecían en el cielo miles de estrellas y las luciérnagas revoloteaban al lado de las flores del jardín.
-Magnus… - dijo Vladimir – No debería ser tan optimista ni confiado… No Irina, no puedo confiar tampoco en él, ¿me entiendes no?
-Pero él hizo lo mejor por proteger la Alianza mientras tú te morías de pena por cada rincón de este palacio. Él ha sido el único que se ha molestado en buscar y entrenar a los mejores guardianes, eso no quiero que lo olvides Vladimir – dijo algo furiosa Irina – El que se haya equivocado muchas veces y nos haya dado falsas esperanzas de recuperar las piedras de los signos no significa que le sigas guardando rencor, sabías que lo que hizo era necesario, por tu bien y por el de los demás miembros de la Alianza, por Dios Vlad recapacita de una vez!!! – esta vez Irina alzó su voz en gritos.
Vlad llevó su mirada al cuadro de Svetlana y cerró sus ojos intentando apalear el dolor de ver su perfecto rostro inmortalizado en un gran lienzo como aquel.
-Magnus es tu mejor amigo, Vlad, perdónale… y confía en él. Estoy segura de que esta vez todo volverá a la normalidad… Hay que darles una oportunidad a esas chicas, y si algo fallara…
-Oh por favor!!!…
-…si algo fallara, vuelvo a repetirte que estamos preparados para cualquier imprevisto. – Irina observó con inquietud la cara de Vladimir – Prométeme que hablaras de todo esto con Magnus.
-Tengo mejores cosas en las que pensar Irina, tengo clases, exámenes…
-Eso no son escusas. – sentenció Irina. – Prométemelo
Vladimir la miró a los ojos y sonrió amargamente.
-Supongo que eso es un si… - respondió de nuevo la mujer – Es tarde, debo preparar las clases de mañana.
Irina salió por la puerta en el mismo momento en el que Magnus intentaba entrar.
-Hola Irina – Magnus se abrazó a ella con cariño - ¿Cómo está…?
-Como siempre… Ten paciencia, da gracias de que te habla – dijo resignada la maestra. – Os dejo ya es muy tarde.
-Mañana nos vemos – respondió Magnus con una gran sonrisa.
Golpeó la puerta con los nudillos y abrió poco a poco al no recibir respuesta. Vio a Vladimir sentado en una de las sillas. Se acercó con timidez, algo que no solía hacer Magnus con su mejor amigo.
-Magnus se que eres tu… - decía Vladimir que le daba la espalda – No te andes con rodeos, ¿Qué es lo que quieres?
-Hablar…
Vladimir se levantó de la silla por enésima vez aquella tarde-noche, quedando frente a Magnus. Su amistad estaba demasiado fría como para considerarles ahora como “mejores amigos”, aunque, pasado lo que hubiera pasado se les consideraba así, para siempre.
-Vlad, ¿qué tienes en contra de mis chicas? - dijo Magnus sin rodeos como Vladimir le pidió
-De sobra lo sabes, no tengo que darte explicaciones.
-¿Todavía sigues con eso? – dijo enfadado Magnus, aunque en el fondo le entendía.
-Es lo bueno de tener un disco duro por cerebro – dijo con ironía Vladimir.
-Lo siento ¿vale? Pero eso pasó hace mucho tiempo, creo que deberías entender mis motivos, además tu no…
-¿Que no estaba cuerdo en ese momento? ¿Es eso lo que me vas a decir Magnus?
Vladimir miró con rabia a Magnus, quería destrozarlo allí mismo y hacer que desapareciera, pero eso no era la actitud de un buen maestro y antiguo rey.
-Se que amabas a Svetlana, lo se, pero no tuve elección… Pero eso no es motivo para que odies a mis chicas, sin verlas visto actuar antes, solo quería decirte eso Vladimir, pero parece ser que no lo quieres entender.
Magnus salió de la sala muy enfadado hacia la habitación de Evelin. Estaba demasiado preocupado por ella como para discutir más con Vladimir. Por el pasillo se cruzó con Luna y Basty, pero sin querer empujó con gran fuerza a la chica haciéndola caer al suelo. Basty la ayudó a levantarse.
-¿Estás bien? – dijo observándola de arriba abajo.
-Si tranquilo…
Como Basty iba a replicarle esa actitud a Magnus, Luna lo retuvo.
-No vayas. Déjale tranquilo, se le ve enfadado, no le molestes ahora. – dijo comprensiva Luna. Basty le sonrió ahora más calmado y ambos se dirigieron a sus respectivas habitaciones.
Sophie no dejaba de dar vueltas en la cama de un lado a otro. Empezaba a estar empapada en sudor.
-Sophie… Sophie…
Un susurro llenaba la habitación haciendo que la joven se agitara más en la cama
- Sophie… Sophie…
Por fin pudo apreciar que era una voz masculina, parecía lejana pero no llegaba a reconocerla. Ahora respiraba entrecortadamente.
-Sophie…
Al fin abrió sus ojos y se incorporó rápidamente quedando sentada en la cama. Paso su mano por la frente para secarse el sudor y desorientada miró toda la habitación hasta que miró a su lado y vio como Javi continuaba durmiendo. Sophie continuaba respirando agitada, pero poco a poco volvió a acomodarse para intentar retomar el sueño, aunque con la pesadilla que había tenido, no sabría si lo conseguiría. Angustiada cerró sus ojos y volvió a vivir su pesadilla…

 
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