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  CAPITULO 10. Confesiones.
 


La mañana siguiente amaneció tranquila. Magnus se levantó para dar un paseo por los jardines del palacio antes del desayuno. El césped se extendía hasta donde alcanzaba la vista, los arboles entrelazaban sus ramas, los rosales trepaban por los muros junto a hermosas enredaderas, los almendros en flor daban un pálido tono rosado al camino y el gran lago reflejaba con gran belleza los aún tenues rayos del sol. A lo lejos pudo ver como un gran número de sirvientes preparaban el equipaje de Basty y el resto de invitados. Aquella misma tarde partirían rumbo a Polinesia. No debían perder ni un minuto más. El maestro se sentó bajo uno de los almendros y abrió un libro que había cogido de la biblioteca del palacio y con serenidad comenzó a leer. Miley que lo había visto desde el balcón de su estancia, bajo para hablar con él. Para no asustarle se fue acercando a él con suma discreción.
-¿Has dormido bien Miley? – dijo Magnus sin apartar su mirada del libro.
Miley se extrañó muchísimo. Ella no había hecho ningún ruido. O eso creía.
-No muy bien la verdad – dijo apenada - ¿Podemos hablar?
-Claro, siéntate a mi lado y cuéntame que te preocupa, cabecita loca. – dijo con cariño Magnus.
-Verás… - dijo cohibida. – Magnus… quiero volver a casa.
El aludido la miró preocupado. Sabía que podía ocurrir.
-Antes de que digas algo, Magnus, quiero que sepas que lo he pensado muy bien. Pero es que esta no es manera de vivir.
-Entiendo pero…
-Por favor déjame acabar. – Magnus dejo continuar a Miley. – Estoy harta de huir, de que ocurran cosas extrañas, de que… en resumen, yo no veo que… Lo que quiero decir es…
-¿Que como aún no has tenido visiones, lo cual significa que no tienes poderes, no eres una de ellas?
-Exacto. Estoy corriendo peligro innecesariamente.
-Te equivocas Miley. Eres especial como tus amigas. Solo que puede que te lleve más tiempo que a ellas.
-¿Y si no estoy lista para lo que se nos viene?
-No tengas miedo pequeña. Estarás lista. Quizás mucho antes de lo que piensas.
Miley se abrazó a Magnus agradecida. Necesitaba hablar con alguien y no sabía cómo.
Javi llevaba una hora despierto mirando con curiosidad cómo dormía Sophie. En su cabeza aparecían con crueldad imágenes de su esposa. Qué bella era y cómo dolorosamente Sophie se parecía a ella. Eran como dos gotas de agua. Javi se llevó la mano al pecho al notar como su cicatriz ardía con intensidad. Respiraba con dificultad ahogado por los sentimientos. Se levantó y se asomó al balcón apoyándose con las manos en la barandilla de piedra. Dejó caer su cabeza y notó la humedad de sus lágrimas en las mejillas, sintiendo el frescor de la mañana. Sophie se despertó al oír a alguien sollozar. Con cuidado se levantó y salió al balcón. Allí le vio. Derrumbado sobre la barandilla.
-¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras? – dijo asustada Sophie. Su voz era más bien un susurro.
Javi se levantó y se giró hacia ella. Sonriendo amargamente.
-No estoy llorando, es una mota de polvo que se me ha metido en el ojo. – Sonreía quitándole importancia a la situación.
-Claro que pasa algo. Me sonríes. Eso no es normal en ti. ¿Seguro que no tienes una frase para despreciarme?
-No
La miró. En su mirada no había odio. Era enigmática como la sonrisa de la Gioconda. No expresaba nada o eso parecía. Sophie al no encontrar respuesta hizo ademán de entrar de nuevo en la habitación pero Javi la cogió del brazo.
-No sabes lo que me duele verte todos los días ¿sabes? – decía con rabia mientras las lágrimas volvían a caer por su cara – No sabes lo dolorosamente preciosa que eres. Lo mal que me lo haces pasar solo con tu simple existencia.
Después de eso, entró en la habitación se puso su ropa y bajó a desayunar.
-Bueno pequeña, ¿Qué tal si vamos a desayunar? – dijo Magnus.
-Si claro, estoy hambrienta – dijo Miley
Se levantaron rápidamente y se dirigieron al gran comedor. Evelin y Luna ya estaban allí. La segunda no dejaba de mirar la máscara de Basty. ¿Qué le habría ocurrido en realidad?
-Luna… deja de mirar, es de mala educación – le dijo Evelin al oído.
-Tengo curiosidad. ¿Es malo?, además ¿te has fijado que es distinta a la de ayer?
Evelin sonrió ante la tozudez de Luna. Basty se acercó a la mesa con una taza de café y dulces típicos de China y se sentó sonriéndolas. La verdad es que era muy amable. De eso no tenían ninguna duda las chicas.
-¿Qué tal habéis dormido chicas?
-Muy bien, ¿verdad Luna?
-Ehhh… si jeje
De repente volvió a mirarle y al verlo recordó algo. En su visión vio un hombre con una túnica negra con capucha… que le pedía ayuda.
-Dios!!!!
Luna se levantó poniendo sus manos en la boca.
-¿Qué te ocurre Luna? – dijo preocupada Evelin.
-Me he olvidado de una cosa en la maleta. – dijo astuta.
Salió corriendo del comedor para hablar con Magnus cuando se lo encontró en los pasillos.
-Magnus tenemos que hablar.
Este abrió mucho los ojos. Parecía que todas se habían puesto de acuerdo para plantear sus dudas. Mientras tanto Miley los dejó a solas y se adentro en el comedor para desayunar.
-Buenos días – dijo educadamente y se sentó a la mesa -Será mejor que comencemos nosotros. Creo que Magnus va a tener para rato.
-Si pero faltan Mikel, Javi y Sophie. – dijo Evelin
-No os preocupéis estamos aquí – dijo Mikel mientras cogía en una mesita una taza y se servía su desayuno.
-¿Y Sophie? – dijo Basty
-Se encuentra mal no va a bajar. – sentenció Javi intentando desviar la conversación.
Así por fin todos pudieron desayunar tranquilos. Todos menos Sophie que se encerró en la habitación y no apareció en todo el día. Llegó la hora de partir al aeropuerto. Mientras iban en un gran monovolumen, Evelin notó rara a Sophie y Mikel a Javi. Algo había pasado que no querían contar.
-Ey Sophie!! ¿Te encuentras mejor? Seguramente la cena te sentó mal, no estamos acostumbradas a esta comida…
-Evelin, no te hagas la inocente conmigo ¿Quieres?. ¿Te crees que por estar juntas en esto nos vamos a llevar bien? Te equivocas!! Así que déjame en paz y haz como si no existiera.
Mikel se quedó con la boca abierta ante aquella contestación y resopló volviendo su mirada hacia la ventanilla. Él también iba a interesarse por Javi pero viendo el humor de Sophie, mejor no preguntar a su amigo no fuera que él también saliera escaldado.
Llegaron al aeropuerto con tiempo, dejando aparcado el monovolumen a una distancia suficiente de la terminal como para dar un pequeño paseo para hacer tiempo. Luna seguía junto a Magnus preguntando muchas cosas. Hasta que surgió la gran pregunta:
-Magnus!!
-¿Sí?
-¿Por qué…? ¿Por qué lleva…? – Hizo un dibujo de una máscara en su propia cara
-Magnus – habló Basty – Yo se lo contaré. – Sonrió con dulzura mientras se acercaba a ellos. - ¿nos puedes dejar a solas?
Todos juntos embarcaron. Cada uno se sentó en su sitio y Basty junto a Luna.
-Bien ¿por dónde quieres que empiece?
-No lo se… por el principio quizás… - dijo cortada Luna.
-Quieres saber por qué llevo esta máscara ¿verdad?
Luna asintió. Basty tomo aire y comenzó su historia.
-Verás, no soy la clase de persona que tú crees que soy.
-No entiendo – dijo Luna
-Digamos que mis compañeros y yo, no vivimos con normalidad – Luna seguía con su cara de circunstancia. – Luna, lo que quiero decirte es que estamos muertos.
-Dios no!!! – se echó las manos a la boca sorprendida.
-Tranquila. – Le tocó la mano para tranquilizarla pero en vez de eso, la alteró aun más – A ver como empiezo… Mira hace varios años… por no decir 3000 – se rió mientras veía la cara de susto de Luna - Yo vivía en Hangzhou, bueno como ahora. Mi padre y yo llegamos a China en busca de trabajo en el cultivo del arroz. El emperador nos contrató para cuidar su propia cosecha. Nos tenía mucho aprecio. Sobre todo cuando se enteró del poder que mi padre poseía. Con disimulo fue ascendiéndole en su cargo. Así hasta llegar a ser su consejero. Cuando el emperador enfermó, dejó escrito en su testamento que su sucesor fuera mi padre, ya que al no tener hijos, sabía que él sería el hombres apropiado para gobernar China y sobre todo para protegerla con su poder. Un año después el emperador falleció y mi padre le sucedió. Mucha gente se negaba a que un occidental les gobernara, hasta que un día los Hunos atacaron Hangzhou, mi padre utilizó su poder para derrotarlos. Desde aquel día le llamaron el emperador de agua. Utilizó todo el agua de los lagos para derrotarles… ¿A que mola?
Luna sonrió dándole la razón.
-Sin embargo, todo cambió un día. El mejor amigo de mi padre le traicionó. Se unió al pequeño ejército de los Hunos que quedó a salvo aquella noche. Les contó todo lo que sabía acerca del poder de mi padre. También sabía de la existencia de Astaroth y se unió a él. Arrasaron con todo lo que encontraban a su paso. Miles de niños se quedaron sin familia. Entraron en el templo y mataron a mi padre y después fueron a por mí. No querían que yo heredara su poder. Como pude escapé, corrí por los bosques de bambú pero me dieron alcance. Astaroth se acercó a mí con una sustancia muy inflamable que se usaba para encender las antorchas del palacio.
Luna le miraba intrigada, se imaginaba lo que le iba a decir.
-Me lo tiró a la cara y me prendió fuego…
-Dios… lo siento… - logró decir Luna. – No tenía que haber sido tan cuza
-No eres cuza. Quieres saberlo todo y eso es un gran don. Además quiero que estés preparada para la batalla. No quiero que dudes un solo segundo… - dijo con rencor Basty
Luna elevó su mano y con cuidado levantó la máscara viendo el horrible montón de piel quemada sobre su frente y ojo derecho. No se asusto de su aspecto. Le acarició con dulzura, mientras Basty sonreía.
-Ningún crimen queda sin castigo – dijo seria Luna mirándole a los ojos.
 
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